sábado, 27 de abril de 2024

 

  I TIERRA DE REALENGO


Nos, Petrus, Dei gratiarex Aragone,Valentie,Maiorice, Sardinie et Corsice, comitis Barchinone, Rosilionis et Ceritanie...


EL VIAJE Verano de 1377




Faltaban menos de tres semanas para San Juan, el sol de la tarde calentaba con fuerza toda la llanura con su variedad de tonos verdes y toda la sierra de Algairen, azulada al fondo. Jayme levanto la cara al cielo y se restregó el sudor de la frente con el antebrazo, miro al sol y dio por terminada su jornada de trabajo, todavía le quedaba mas de media legua hasta su casa donde podía refrescarse y donde su mujer, María, le tenia preparada agua y vino frescos.

Jayme era fuerte, no muy alto, pero muy fuerte, con la barba desarreglada y la coronilla con una naciente calvicie y como recuerdo de la guerra le quedaba una cicatriz donde antes tuvo su oreja derecha y unos ojos azules que le daban a su mirada un aire de inocencia haciéndolo mas atractivo, por el camino de vuelta hacia Carinnyana no se encontró con nadie, las tardes de junio eran muy calurosas y las tareas de la viña se realizaban por la mañana, desde antes incluso de salir el sol hasta el mediodía. Solo los peones que tenían “casa fija” iban al campo por la tarde para las tareas más sencillas. Jayme era un caso especial por qué además de las viñas llevaba también cerezos, prisqueros y almendros con lo que siempre tenia mas trabajo del que podía llevar. Mucho antes de llegar ya vio la silueta achaparrada de su patrono Joaquim Yesolot esperándolo en la puerta Alta

Desde que el rey Pedro pago el arreglo de la muralla en agradecimiento a la ayuda de los habitantes de Carinnyana y también a los buenos ratos que allí pasaba solo o en buena compañía, solo se podía entrar por alguna de sus puertas ya que al antiguo foso se le había añadido una pared de tapial de al menos cinco varas de altura, lo que protegía de los enemigos castellanos y también aislaba a los vecinos del exterior.

Buenas tardes señor Yesolot

 Buenas tardes Jayme, vamos al mesón que tenemos que hablar y vendrás sediento

Entraron y buscaron una mesa un poco aislada, pidieron una jarra de vino y después de dar buena cuenta de ella hablo Joaquim Jayme, tengo preparado el viaje a Barcelona, necesito que salgas en dos días con el cargamento de toneles

 ¿ya tiene las caballerías y la carreta?—pregunto Jayme

Si, ya esta todo, ahora escúchame con atención: El lunes partirás hacia Zaragoza donde te unirás a una expedición de unos conocidos míos hacia Barcelona, allí tienes que ir a casa de mi tío Salomón Yesolot, es muy conocido en el barrio del Call y en la zona de la Ribera, el te dirá donde descargar y lo que has de cargar, tan importante es la mercancía que llevas como la que has de traer, ¿me has entendido?

Si, lo tengo claro, pero dígame ¿cómo me orientare en Barcelona?, en Zaragoza he estado varias veces cuando nos evacuaron, pero de ahí no he pasado

Joaquim saco dos bolsas de cuero y se las paso a Jayme Toma, hay tienes la semanada y esta otra para los gastos del viaje. El martes de madrugada te estarán esperando en la puerta de Zaragoza, te das a conocer como Yesolot y al llegar al destino te acompañaran al barrio Judío, si necesitas mas dinero para la vuelta, le puedes pedir a mi tío Elías

Joaquim se levanto dando por terminado la charla, pero antes añadió: Mañana a las siete te espero en el almacén para cargar los toneles

        Jayme se despidió de su patrono y se fue calle abajo, a su casa, pensando como se tomaría su mujer el viaje a Barcelona, pues desde la boda, hacia ya seis años, nunca se habían separado ni un día y no estaba muy seguro de poder arreglárselas sin ella.

          La casa, estaba situada en una de las dos calles que iba desde la Plaza del Mercado hasta la muralla, era de tapial como todas las de la calle con vigas de maderas bastante viejas pero en muy buen estado y el tejado a dos vertientes, con un corral donde se recogía parte del agua de la lluvia y donde tres gallinas ayudaban al sustento de la pareja con sus huevos, tenia un patio de entrada en el que entrando a la izquierda estaban los picos y otros aperos para el pequeño huerto que tenían río arriba y al otro lado, el pozo del que se abastecían de agua para beber y para otros usos, detrás estaba la cocina con el fuego del hogar, ahora en verano apagado, pero, que en invierno daba calor a toda la casa, una fregadera de piedra, tallada rústicamente, que desaguaba en el corral y una alacena, sin puertas, donde guardaban los utensilios de cocina, así como una mesa y dos sillas como parte de la dote de María Tamuz y a la derecha, entrando a la cocina, estaba la sala con un colchón de paja, regalo de la madre de María, y un arcón en el que guardaban sus pertenencias. Las únicas puertas eran las de la calle, vieja pero muy resistente, y la del corral, tan vieja como la otra.

        María Tamuz no era nacida en Carinnyana, había llegado con su madre, Isabel, hacia mas de quince años, en una de las visitas del Rey Pedro y Leonor de Sicilia a las tierras del Realengo de la Comunidad de Daroca, su madre, viuda, era dama de compañía y fue la misma Reina quien le animó a que se casara, en segundas nupcias, con un maestro carpintero, Domingo Garcés, también viudo y con dos hijos ya mayores. Desgraciadamente las guerras y la peste no habían ayudado a Domingo en el negocio y había muerto, después de una evacuación a Zaragoza por la guerra, prácticamente arruinado. Isabel vivía en la casa que había sido de su difunto marido y el negocio de la carpintería había pasado a sus hijastros, aunque mantenía el huerto y los olivos que ella misma trabajaba.

Al llegar Jayme a su casa, María lo recibió con muestras de cariño, y como todas las tardes le tenia preparada agua, para lavarse, que había sacado del pozo, hacia ya rato y vino fresco, Jayme se lavo y refresco bien pero no toco el vino. Cariño ¿no tienes sed con el calor que hace hoy?

Vengo del mesón, el señor Joaquim me estaba esperando—contesto Jayme, y añadió – nos tomamos una jarra de vino y me pagó la semanada

Estupendo por que mañana es sábado y habrá mercado

Además me ha dado tarea para mas de quince días—María se le acerco y con la yema de los dedos acaricio la mejilla de Jayme, que con la barba mojada estaba muy atractivo –Eso esta muy bien

Tengo que ir a Barcelona

¿A Barcelona tú?

Si. Voy a llevar una carreta de toneles de vino y traeré otras mercancías

A María se le ilumino la cara y atrajo a Jayme hacia su pecho  Eso significa que si hacéis mas viajes el señor Joaquim venderá el vino sobrante y tu tendrás el salario asegurado todo el año

Si, claro –Añadió Jayme ahora mas contento con la reacción de su mujer –visto así, si que es bueno, pero, estaré muchos días sin verte. De todas maneras solo hemos hablado de un viaje, saldremos el lunes a primera hora, mañana prepararemos la carreta

Bueno pero eso será mañana –y se besaron como unos jovenzuelos.

   

        El almacén de Joaquim Yesolot se encontraba detrás de la iglesia y al lado del cementerio y era, sin duda, el más grande de Carinnyana, dentro, un carro con dos caballerías podría dar la vuelta perfectamente, disponía de todo lo necesario para hacer de un canasto de uvas un buen vino.

La bodega, excavada en parte bajo tierra, guardaba los mejores caldos y disponía en ese momento de mas de trescientos toneles llenos de vino, de las ultimas tres cosechas, marcados y perfectamente ordenados.

Cuando Jayme llego la mañana del sábado, Domingo Gil ya llevaba un buen rato esperando. Domingo era el trajinero más fuerte de la aldea y probablemente también de la comunidad de Daroca, en los años buenos había llegado a tener hasta seis empleados, dos caballos y cuatro juegos de mulas para mover sus tres carros de tamaños diferentes, en ellos podía llevar desde toneles hasta leña pasando por cereales de todas clases, todas las semanas llevaba hasta tres viajes en la ruta de Daroca a Zaragoza.

Al poco llego Yesolot y fue señalando los toneles que quería cargar, Jayme fue acercándolos al caro y con la ayuda de Domingo los colocaron concienzudamente pues tenían que aguantar al menos doce días sin que se movieran, como Gil ya había llevado cargas semejantes no le costo mucho afianzar debidamente el carro. Después Joaquim les dio a probar algunos vinos y una vez terminados los preparativos Domingo se marchó con las caballerías, no sin antes dar un ultimo repaso a la carga, y Yesolot le dio a Jayme el día libre.    Descansa, Jayme, que la semana que viene será dura. ¿Recuerdas bien las instrucciones?

Si, señor Joaquim, las tengo aprendidas aquí— contesto Jayme señalándose con el dedo a la cabeza.

Como todavía era media mañana Jayme se fue hacia las obras de la torre que dirigía su amigo Miguel Pérez para charlar un rato con él y contarle los preparativos del viaje. Por el camino se sintió nervioso y emocionado. –Si solo es un viaje en carro— se dijo a si mismo, pero no se podía quitar esa sensación.

Las obras de la torre ocupaban toda la plaza de detrás de la iglesia y parte de la plaza principal con maderos para los andamios y piedra, tanto trabajada en sillares como en bruto, pero en altura apenas levantaban unas cinco varas. Las dos plazas estaban llenas de carpinteros, canteros y sobre todo peones que iban de un lado para otro trayendo y llevando materiales.

Encontró a su amigo discutiendo con un carpintero que acababa de bajar del andamio.    Va Miguel que no será para tanto— trato de calmarlo Jayme

¡Que no es para tanto! La seguridad de mis hombres depende del bruto este y de otros parecidos

Venga que llevas mas de un año de obras y no habéis tenido ni un solo percance

Razón de mas para que nadie se confiara— Miguel se dio cuenta de que era media mañana y Jayme estaba de fiesta –y tu ¿qué haces aquí?— pregunto en voz alta

¡Tranquilo que conmigo no va nada eh!— Jayme aparto al carpintero y se llevo a Miguel hacia el centro de la plaza –Tengo noticias, vayámonos al mesón— y hacia allí fueron, pero por la calle de atrás que iba paralela a la muralla, para no pasar por el mercado.

Por el camino Jayme puso en antecedentes a Miguel sobre su viaje. --Piensa que si va bien tendrás que ir todos los meses

Hombre si la cosa va bien supongo que Yesolot buscara carreteros fijos—Jayme noto otra vez esa sensación de emoción y nerviosismo pero ahora mezclada con la de preocupación pues no era lo mismo un viaje largo en su vida que un viaje largo al mes.

Y a María ¿qué le parece?

María esta contenta, si hay trabajo y me ve feliz ella se siente feliz.

Apuraron la jarra de vino y volvieron por el mismo camino hacia las obras de la torre.    Ahora me paso por el mercado a ver si veo a María y me la llevo para casa antes que mi semanada acabe en manos de los comerciantes

Me parece que es demasiado tarde, por ahí viene, pero por lo que se ve no ha comprado nada

Buenos días Miguel—saludo María

Buenos días, precisamente estábamos hablando de ti y de lo contento que esta Jayme contigo y con el viaje

María se sonrojo un poco pero se acerco mas a su marido hasta casi rozarle con sus pechos, lo tomo por el brazo y se lo llevo camino de la plaza del mercado sin darle tiempo ni a despedirse de su amigo.

Fueron directamente al puesto de las telas    ¿ Que te parece esta tela?—le pregunto y cogiendo un pliegue de tela azul cielo de origen catalán se la acerco a la cara --¿qué tal me quedara el vestido?—

Vestido ¿es que te vas ha hacer un vestido?

Claro, cariño, recuerda que tenemos boda este año y además hace dos años que no me hago nada nuevo.


Todavía no asomaba el sol en el horizonte cuando el carro tirado por las cuatro mulas echo a andar con Domingo Gil y Jayme Galíndez sentados en el pescante, llevaban ya un buen rato levantados y habían revisado la carga y aparejado las caballerías que ahora enfilaban hacia la puerta baja que no abriría hasta que el primer rayo del sol apareciera.

El camino hasta Zaragoza, aunque muy conocido por Domingo no se hizo nada aburrido y después de hacer un alto en Muel, llegaron a Zaragoza pasada la media tarde. Al aparecer en la puerta de la ciudad el carro cargado con los toneles salió un muchacho a su encuentro y les guió al almacén donde estaban el resto de carros que iniciarían, a la mañana siguiente, el camino hacia Barcelona. Durmieron debajo del carro en la paja de los dos sacos que llevaban como colchón. A la mañana siguiente una reata de carros, carretas y caballerías entre los que se encontraban Jayme y Domingo junto con otros carreteros que trabajaban para los judíos partieron hacia Barcelona.

Los primeros días de la marcha pasaron sin mas novedad que el cansancio que se iba acumulando en sus cuerpos. Fue la tarde que tenían previsto llegar a Santa María del Camí y hacer noche en su posada, que mientras subían las cuestas del puerto de la Panadella se fue formando una tormenta justo enfrente de la caravana y conforme avanzaban las nubes se desplazaban a un lado como queriendo dejar libre el Alto para que pasaran ellos. Arriba todavía lucia el sol.

A Jayme como agricultor experimentado no le gusto nada aquella reverencia de las nubes y sabia que la tormenta aun no había dicho su ultima palabra, por eso nada mas coronar el puerto la ultima carreta, el sol se escondió y la noche pareció sobrevenir a media tarde, las primeras gotas, gordas como rodajas de longaniza, empezaron a caer. En unos momentos el agua y el pedrisco llenaron las cunetas y un ruido ensordecedor casi hacia imposible oír nada más. El camino se convirtió por momentos en un improvisado río. Apenas pasaban doscientos metros de La Panadella cuando el jefe de la expedición los alcanzo y les recomendó parar    Vamos a detener los carros cada cien varas para evitar accidentes y en caso de arrastre ponernos a salvo lo antes posible

Esta bien—contesto Domingo –Cuando pare el de arriba seguido lo hacemos nosotros—dijo gritando, para hacerse oír

Cuando el carro que los precedía paro en la cuneta, Domingo freno sus mulas y estabilizo el carro en el centro de la calzada para que la carga no se deslizara y a toda velocidad bajo del carro. Saco los calces y le ordeno a Jayme que desenganchara las caballerías y las pusiera a refugio al abrigo de un ribazo que había a la izquierda, a menos de veinte varas.

Jayme, tan rápido como sus gruesos dedos le permitían, soltó la mula delantera entre una cortina de agua y pedrisco. Mientras Domingo, al que el agua que bajaba por al torrentera ya le llegaba a la rodilla, coloco los cuatro calces al carro y saco de un cajón un martillo y cuatro argollas en forma de hoz cerrada con el mango acabado en una punta afilada y con las manos dentro del agua, que corría revuelta con el granizo, coloco la argolla en la rueda y casi a tientas la clavo en el suelo, repitió la operación al otro lado y la rueda quedo bien fija al suelo.

Volvió Jayme a por la otra caballería, pero con el agua tan fría que le venia por todos lados le pareció imposible de soltar, grito, pero nadie le oía a pesar de que Domingo estaba a menos de tres varas. Por fin logro soltar a la mula y casi se los lleva la corriente, tropezó con la vara del carro y cayo de rodillas debajo de la mula que asustada soltó una coz al aire, por suerte no perdió las riendas y con ellas en la mano logro ponerse en pie.

En ese momento con el carro libre de las caballerías, la corriente lo sacudía de lado a lado pero la rueda con las dos abrazaderas no se canteaba, Domingo que estaba debajo cayo de bruces en el suelo con las dos argollas en una mano y el martillo en la otra, en la caída perdió una de ellas y agarrándose a misma rueda que tenia que sujetar al suelo, logro ponerse de rodillas y con mas de un palmo de agua clavo la rueda con el aro que le quedaba y salió a trompicones de debajo del carro.

Domingo llego al ribazo a la vez que Jayme con el par de mulas, que asustadas y nerviosas por los relámpagos y truenos no dejaban de respingar ni un momento. La lluvia ya estaba amainando pero el torrente que atravesaba el camino no aflojaba. Jayme y Domingo con las cinchas de las mulas en la mano, se dejaron caer agotados en el ribazo sin quitarle ojo al carro, que, trabado en medio del camino, aguantaba perfectamente la presión del agua y los restos del pedrisco.

El resto de carromatos que componían la expedición, como no les había cogido la torrentera tan de lleno, habían corrido mejor suerte y gracias a dios no habían volcado ninguno ni se había herido ninguna caballería y cada uno había utilizado todos su recursos y experiencia para capear el temporal. Paso un largo rato la lluvia ceso y casi de inmediato los rayos del sol volvieron a aparecer en el cielo.

Se reunieron todos para evaluar los daños y comprobar que no había nadie herido, aunque Jayme tenia las rodillas muy doloridas e inflamadas pero estaba contento de que todo hubiera pasado y la carga continuara intacta



Cruzaron el rió Llobregat por la aldea de Esplugas y a la salida ya divisaron las murallas de Barcelona, que también se encontraban en obras como las de Carinnyana    Anda que no son precavidos estos barceloneses – comento Jayme –igual piensan que va a llegar hasta aquí el Rey de Castilla

El Rey de Castilla no, pero ladrones llegaran aquí por docenas todos los días —le replico Domingo señalando el camino que hacia bajada y se veía atestado de carros, caballerías, trajineros y viandantes, todos con la misma idea. Entrar en la ciudad

A media tarde llegaron al Portal del´Ángel por donde después de hacer cola durante un buen rato entraron en la ciudad y de allí tomaron dirección a la catedral, antes de llegar giraron a la derecha y entraron en el barrio del Call, donde debían presentarse con la mercancía en la calle Marlet. Salomón Yesolot, tío de Joaquim, que les esperaba desde hacia varios días rápidamente abrió la puerta del almacén y las mulas y el carro desaparecieron delas vista de Jayme.  Mis hombres se ocuparan de todo, ustedes descansen, ya les he previsto un hostal de los mas seguros de la ciudad

¿pero las caballerías y la carga?—pregunto Domingo

Hasta que la carga de vuelta este preparada las mulas permanecerán en mis cuadras y no les faltara grano y paja fresca—le respondió Salomón. –en cuanto a los toneles, en un par de horas ya estarán en venta en mi almacén

Pero ¿qué cargaremos para la vuelta?

No preocuparos ahora por la carga—mi hijo David os acompañara al hostal y mañana a mediodía presentaros aquí y en la cocina os prepararan comida abundante y vino, por la tarde cargaran el carro

David salió del almacén los tres hombres fueron hacia la calle Boria, la zona con mas actividad de toda Barcelona, donde les habían reservado el Hostal. La calle era un ir y venir de gente en todas direcciones Jayme se sentía abrumado ante tantas tabernas, tiendas y puestos ambulantes donde se podía comprar de todo lo inimaginable siempre y cuando se dispusiera de dinero y en ese momento tanto Domingo como Galíndez andaban escasos de monedas.

Mucho antes del mediodía ya estaban los dos en la puerta del almacén de Salomón Yesolot. Habían salido temprano del hostal y habían bajado hasta la Ribera, desde allí se veían los barcos fondeados, a unos cien o doscientos metros, en la playa. Disfrutaron luego metiendo los pies en el mar y sintiendo el frescor del agua y después de pasar por las obras de Santa María del Mar, que los dejo boquiabiertos por la altura de sus pilares, fueros a parar al palacio Real, residencia del rey Pedro, y cuando ya andaban un poco despistados se toparon con la fachada de la catedral que ya habían visto el día anterior al entrar al barrio del Call.

Pego Jayme con la palma de la mano en la puerta del almacén y al momento abrió la puerta David Yesolot, miro a izquierda y derecha y rápidamente les hizo pasar al interior de un almacén largo y con poca luz en el que se apilaban las mas variadas mercancías. El carro todavía no esta cargado, estamos esperando unas mercancías que llegaran esta tarde o mañana a primera hora—les explico David

¿Y los toneles?

La mercancía que transportasteis ayer ya ha sido repartida, de madrugada ha salido el ultimo tonel

Nos ha costado mas de diez días traerlos hasta aquí y a vosotros menos de doce horas venderlos

Así es, una ciudad así de boyante devora todo lo que le pongas a tiro de unas monedas

Bueno, ahora vamos a cargar esos cajones en vuestro carro y cuando llegue el resto de la carga lo ataremos todo bien—inquirió David dando por terminada la conversación

Cuando colocaron la carga a Jayme le vino a la cabeza la tormenta y todavía apretaba con mas fuerza las cuerdas –Vaya tormenta que nos pillo en la Panadella

Pero como os habéis atrevido a venir por Igualada con lo peligrosa que es esa ruta, solo las gentes de Urgell utilizan esa ruta. Todo el mundo viene desde Lérida por Vilafranca que es mucho más seguro—respondió David sorprendido mas por la imprudencia que por la valentía del viaje.

Y mucho mas cara por que hay Señoríos que cobran por entrar y por salir, por pasar cerca y por pasar lejos, por llevar mucho peso y por llevar poco peso, por ir muy juntos y por ir muy separados, en fin el caso es recaudar. Al menos por la Panadella solo te has de defender de los bandidos y en nuestro caso del mal tiempo—intervino Domingo que era de pocas palabras pero se cabreaba mucho cuando salía el tema de la seguridad y los pagos por los derechos de paso.

Sonaron tres golpes secos en la puerta principal y David rápidamente abrió lo justo para que dos hombres entraran con un fardo al parecer bastante pesado, eran dos hombres jóvenes y fuertes, estibadores del puerto que aquí les llamaban bastaixos, dejaron el fardo en medio del almacén, dieron los buenos días y se fueron por donde habían venido.

David decidió retirar la lona que cubría el pesado fardo para comprobara el estado de la mercancía. ¡Una cuerda¡--Exclamo Jayme

una cuerda como mi muñeca de gorda­­--repuso Domingo

Es una maroma recién traída de Génova es la mas larga que se ha fabricado allí. Y es el pedido de mi tío Joaquim. Para subirla al carro tuvieron que pedir ayuda al padre de David y una vez asegurada la carga Domingo fue a las cuadras a dar vuelta de sus mulas y luego los cuatro subieron a la vivienda de los Yesolot para refrescarse comer y descansar un rato pues la partida ya estaba prevista par la mañana siguiente.

Salomón les presento a esposa Regina y a su hija Bonadona. Jayme que seguía pensando en el viaje y en la cuerda pregunto si había alguna caravana o saldrían solos Todos los días salen varias caravanas hacia el interior, no te preocupes, no iras solo, pero no volverás por la Panadella a los bandoleros los puedes comprar con vino, pero este cargamento lo harán arder en cuanto lo vean, volverás por Vilafranca que es mas seguro aunque más caro—les dijo Salomón sonriente. Mientras Domingo no dejaba de mirar a Belladona aunque sin decir ni una sola palabra, ella le sonreía tímidamente y el se estaba poniendo colorado a pesar de que no había vino en la comida. En cierto momento cuando ambos iban a coger una alita de pollo de la bandeja sus manso de rozaron y Domingo esbozó un tímido –lo siento—pero no se cruzaron mas palabras. El resto de comensales no se dio cuenta de nada pero Domingo estaba en una nube y Bonadona en cuanto termino su comida pidió permiso para retirarse.



Al anochecer la actividad en la calle lejos de disminuir fue aumentando, Domingo y Jayme como no podían coger el sueño decidieron salir a ver que pasaba. Se encontraron con la gente reunida en las plazas con hogueras donde iban arrojando trastos viejos y ropa vieja mientras alrededor comían y bebían y charlaban animadamente. Se acercaron a una de las más pequeñas y preguntaron que se celebraba esa noche. –Es la nit de San Joan, la nit mágica

Les ofrecieron un trozo de torta con piñones que llamaban coca y vino dulce y les recomendaron echar algo al fuego purificador y que pidieran un deseo. Así lo hicieron, echaron unas maderas viejas y se quedaron un rato mirando las llamas.

La música de la dulzaina y el tamboril los saco de su ensimismamiento delante del fuego, la gente estaba cada vez mas animada gracias al vino dulce y a la simpatía de las muchachas. Jayme se acerco al grupo mas numeroso y se presento como experto en vinos y a Domingo como comerciante en busca de nuevos negocios.

Jayme no entendía algunas palabras y las jóvenes se reían de la forma de hablar de los dos y cuanto mas se reían, ellos mas arrastraban las palabras. Se les acercaron dos chicas con una jarra de vino y Jayme cogiendo a cada una de ellas de una mano se puso a bailar con los dos brazos levantados y las dos mozas cogidas a él, Domingo las cogió de la otra mano y los cuatro danzaron en circulo al son de la dulzaina.

La gente al verlos bailar tan alegres se puso a imitarlos, primero de cuatro o seis, pero el propio Jayme abrió su circulo para unirlo a otro y hacer uno más grande y luego otros hicieron lo propio mientras la música no dejaba de sonar y pronto la plaza entera danzaba alrededor de la hoguera. Después de cuatro o cinco bailes y varios tragos de vino se despidieron de la gente por que la noche era muy corta y al día siguiente empezaba el viaje de vuelta.

Aun quedaba un buen rato de sol cuando llegaron a la puerta baja y por fin iba acabar el viaje. Joaquim que desde hacia tres días salía todas las tardes a esperarlos estaba a la sombra de la puerta charlando con el guardia cuando los vio aparecer por el estanque bajo y salió a recibirlos contento de verlos sanos y salvos y según parecía con la mercancía que él tanto esperaba.

Metieron el carro al almacén, les ayudo a desenganchar las mulas y los mando para casa sin descargar la mercancía. Cerro la puerta tras ellos y él solo empezó a soltar la lona para ver lo que había debajo, cada momento que pasaba estaba más nervioso y casi no podía ni soltar las cuerdas pero por fin dio un tirón y la lona cayo dejando ver toda aquella maquinaria....

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